Monday, May 05, 2008

El triunfo de Pirro o ¡viva la vacilada!


Razones
Jorge Fernández Menéndez

Lo importante no es ganar, sino hacer perder al otro
Les Luthiers


La palabra no les ha gustado pero no deja de ser ridículo, con una mezcla de los hermanos Marx y los Tres Chiflados, lo escenificado por el grupo de legisladores perredistas, de Convergencia y el PT, que desalojaron después de 16 días las tribunas de la Cámara de Diputados al grito de “triunfamos”. Y para colmo lo festejan en los diarios. No entendieron el sentido, quizás oculto, de la güeroseñal de González Garza.

Se entiende: la toma de las tribunas, como lo han dicho muchos perredistas que hoy gritan “triunfamos”, fue, lo ha dicho López Obrador, una “vacilada”, una mala broma hecha a costa del sistema político y los contribuyentes. Pero el desplegado publicado el día 26 de abril no perdona ni siquiera la burla: primero, afirma que esa “victoria” se debe a “la unidad del Frente Amplio Progresista” y de éste con el movimiento lopezobradorista. No es verdad: a los dirigentes de Nueva Izquierda y de las otras corrientes no lopezobradoristas, simplemente los engañaron, los chamaquearon, se comprometieron con ellos a que no habría toma y los madrugaron. Todo ello mientras le daban otro albazo en el partido para impedir que llegara a la presidencia Jesús Ortega. Y si hay alguna duda, ahí está la grabación del miércoles pasado, entre López y Navarrete, para que quede constancia documental del engaño y la división.

Porque además no hubo victoria alguna. Antes de la toma de la tribuna ya se había aprobado el debate y simplemente se estaban discutiendo tiempos y espacios del mismo cuando, con una mentira, que se preparaba una votación fast track, Monreal ordenó, en complicidad con López y engañando a sus propios coordinadores legislativos, tomar la tribuna. O sea que hubiera habido debate, con o sin toma de tribuna. Se podrá argumentar que en última instancia ese es un triunfo perredista, pero no deja de ser relativo: en términos de opinión pública la acción tiene un rechazo superior a 85% y ese porcentaje es el mismo que piensa que se deben dar reformas en Pemex, no impedirlas.

Pero el costo es aún más alto para el PRD pensado como un partido político, no como un instrumento para cobrar prerrogativas, entregárselas al líder y que éste disponga: el Congreso, con toma o sin toma, siguió legislando. En los 16 días de toma se aprobaron en los recintos alternos 14 leyes, varias de ellas muy importantes, desde la convocatoria para los nuevos consejeros del IFE, el avance en la designación del contralor del Instituto; la nueva ley de adquisiciones, que casi le causa un infarto, en el bolsillo, a Yeidckol Polevnski (en verdad, como buena actriz de esta comedia su nombre real es Citlali del Carmen Ibáñez Camacho, o Ávila, no hay seguridad sobre el tema), porque la ley le arruina a ella y otros buenos negocios como proveedora exclusiva del Estado. Y, en términos políticos más importantes, se eliminó la cláusula de gobernabilidad del Distrito Federal, que le ha permitido a ese partido mantener una mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa desde 1997, sobrerrepresentándose de la misma forma que ocurría con el PRI en el pasado. Con esta reforma, salvo que el PRD obtenga con amplitud más de 50% de los votos, no podrá volver a gozar de mayoría absoluta en la ALDF, con todo lo que ello implica. También se modificaron capítulos del Estatuto de Gobierno del DF e incluso en la Corte están por declarar inconstitucional la reforma electoral aprobada hace meses. Todo un triunfo, aprobado por mayoría, sin la participación del PRD y sus aliados, ocupados en jugar futbol y hacer perfomance en las tribunas.

Ello confirma algo más: si realmente el Congreso hubiera querido aprobar las reformas con un albazo, como dice el FAP que ocurriría y ellos lo impidieron, lo hubieran podido hacer sin mayores problemas: la idea nunca fue sacar en fast track la reforma, como fue mentira, siempre, que hubiera una propuesta privatizadora. En todo caso, la más privatizadora de las propuesta es la del partido Convergencia que, en su plataforma política, la misma con la que participó en la coalición electoral de 2006 y ahora en el FAP, propone abrir casi todos los aspectos de la industria energética, incluida la petrolera, a inversionistas privados. Lo menos que nos deben Convergencia y sus dirigentes es explicarnos cuándo nos mintieron: si con su plataforma programática registrada ante el IFE para 2006 o ahora. La diferencia es tan amplia que no admite otra explicación.

Pero el desplegado concluye con una amenaza: dice que el fin de la toma es el inicio de “otra etapa de lucha” porque, aseguran, no pueden confiar en los compromisos firmados. Según uno de los encargados de despacho del PRD (una figura jurídica que no existe y que vuelve a vulnerar la ley que ese mismo partido se dio), Raymundo Cárdenas, dijo que pasarían de la resistencia civil a la desobediencia civil, o lo que eso quiera decir. Lo cierto es que, mientras todo eso ocurre, el PRD se ha convertido en un membrete sin dirección, sin liderazgos, sin haber podido llevar a cabo el cómputo de su elección interna, sin definiciones de ningún tipo, con personajes que hablan, discuten, dicen unas cosas en privado y otras en público. Eso fue necesario para llevar a cabo la victoria pírrica que escenificaron haciendo el ridículo ante la sociedad.

No tienen, sin duda, la gracia de los hermanos Marx, pero parecen ser dignos discípulos, por lo menos de la forma de hacer y entender la política del mejor de ellos, Groucho, cuando decía que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. De triunfos e interpretaciones así está llena la historia de nuestra izquierda. Desgraciadamente van de la mano con sus fracasos y los del país.

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Virgilio: nuestro nuevo padre electoral

Juegos de Poder
Leo Zuckermann

Desde hace tiempo, conozco a Virgilio Andrade, consejero del IFE. Lo he entrevistado en varias ocasiones. Es un tipo muy afable y quizás uno de los mejores abogados en materia electoral. Desgraciadamente, Virgilio, en su calidad de presidente de la Comisión de Quejas y Denuncias del IFE, se ha convertido en el principal censor de este país. Él, junto con otros dos consejeros que conforman esta Comisión (Marco Antonio Baños y Lourdes López), está encargado de decidir cuáles spots políticos sí podemos ver los mexicanos y cuáles no. Es la autoridad (léase el padre) que decide qué pueden ver los electores (léase los niños). Y, al parecer, al buen Virgilio le encanta este papel ya que está dispuesto a interpretar la ley con un toque aún más paternalista de lo que ordena la Constitución.

Jorge Alcocer, autor intelectual de la reforma electoral, insistió una y otra vez en que ésta no atentaba contra la libertad de expresión. La prohibición a particulares para contratar tiempo en televisión y radio estaba destinada “a influir en las preferencias de los electores, no para que los ciudadanos digamos lo que nos venga en gana a favor o en contra de partidos y candidatos”. Pues bien, resulta que el IFE sí censurará spots de grupos ciudadanos que dicen lo que les viene en gana. La Comisión a cargo de Virgilio ordenó la suspensión de la trasmisión de los promocionales de la asociación civil Mejor Sociedad, Mejor Gobierno en el que se comparaba a López Obrador con dictadores de la talla de Hitler y Mussolini por las tomas de las tribunas del Congreso. Ciertamente se trató de una medida cautelar pero, en lo que son peras o manzanas, el spot se retiró del aire porque así lo ordenaron los censores.

Virgilio argumentó que “la Constitución señala que ningún particular puede contratar en radio y televisión promocionales para hablar contra partidos políticos”. Efectivamente, el artículo 41 prohíbe que cualquier persona física o moral contrate propaganda “dirigida a influir en las preferencias electorales de los ciudadanos, ni a favor o en contra de partidos políticos o de candidatos de elección popular”. Lo que no dice la Constitución es si esta prohibición aplica todo el tiempo o sólo en tiempos de campaña. Para Virgilio y compañía es claro que los ciudadanos tienen que callarse todo el tiempo: nada de críticas a los partidos o a sus miembros.

Con ello, el buen Virgilio demuestra su talante estatista y paternalista. Porque yo, como ciudadano, no tendré el derecho de decidir, de acuerdo con mi personal razonamiento, si el spot en cuestión es una joya, una mediocridad o de plano una porquería. No podré aplaudir, reírme, sonrojarme, indignarme, abuchearlo o tirarle una chancla al televisor cuando lo vea. No lo podré hacer porque nuestros nuevos padres electorales de una comisión de burócratas decidirán que es mejor que no lo veamos los infantes que votamos, y punto.

Por cierto, Virgilio y compañía también retiraron del aire un spot del PAN que califica de “violentos” a los perredistas por las toma de las tribunas, pero decidieron que sí pueden trasmitirse los spots del Frente Amplio Progresista donde se menciona que López Obrador es el presidente legítimo de México ya que dichos mensajes “no denigran” a las instituciones. De acuerdo con el PAN, estos spots tenían que haber sido retirados ya que “realizan una ostentación de Presidente de la República, cargo que sólo puede tener una sola persona, de acuerdo con el artículo 80 de la Constitución”.

No sé usted, pero a mí no me queda claro cuáles son los criterios del buen padre Virgilio y sus dos compañeros para ordenar lo que sí y lo que no podemos ver los otros 74 millones de electores. Por ello, a través del Sistema de Acceso a la Información del IFE, solicité ayer dichos criterios. Espero recibirlos pronto para publicarlos en esta columna.

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