Monday, November 26, 2007

El Congreso cimenta su dictadura




No es exageración: las leyes y propuestas de leyes que urden los diputados son propias de una tiranía. Nuestra peor pesadilla, aquella que nos golpearía en caso de ganar López Obrador, la está haciendo realidad el Congreso. La tiranía de AMLO podía comenzar con, exactamente, lo que nos están cocinando los legisladores.

Luego de tomar el control del IFE, antes autónomo, ahora sujeto a rencores del Congreso, han decidido los partidos grandes, PRI, PAN y PRD, prohibir toda “propaganda política o electoral” que los denigre. Y poco importa si se habla con verdad. Si Arturo Montiel se lanza para otro cargo de elección, nadie podrá publicar el listado de sus mansiones en el mundo; si es Murat, nadie podrá recriminarle las atrocidades en Oaxaca; si es Ulises Ruiz, nadie podrá retomar las críticas que la APPO y el PRD han levantado en su contra. Si es Fox, será contra la ley esgrimir los juicios y demandas que hoy enfrenta. Y si es Ebrard, estará prohibido recordar que siguen impunes los linchamientos de Tláhuac, donde fueron quemados vivos dos jóvenes agentes investigadores debido a que mejor llegaron las cámaras de televisión que los policías con base a escasos cinco kilómetros. Eso es cuidarse las espaldas, señores. Unos a otros, porque todos se saben con pisables colas.

El ejemplo más escandaloso de las novedades legislativas es el sometimiento del árbitro al humor de los jugadores. Pero hay más: “Ninguna otra persona física o moral, sea a título propio o por cuenta de terceros, podrá contratar propaganda en radio y televisión dirigida a influir en las preferencias electorales de los ciudadanos, ni a favor o en contra de partidos políticos o de candidatos a cargos de elección popular (artículo 41 de la Constitución)”, cita Jaime Sánchez Susarrey (Reforma, 24 de noviembre). Y comenta: “De ese modo, se ha cercenado el derecho de los ciudadanos a hacer política y participar en las contiendas electorales”.

Es la más perversa intervención contra la esencia de la democracia, que no es otra sino la participación ciudadana en todas y cada una de las etapas del proceso electoral, primero, y luego del gobierno. Y esto incluye “contratar propaganda para influir en las preferencias electorales”, y sin duda “a favor o en contra de partidos políticos o de candidatos a cargos de elección popular.” Si no podemos hacer esto los ciudadanos, estamos ante una dictadura en donde, como en el virreinato, se nos ordena “callar y obedecer”.

Bien, pues no nos callemos ni obedezcamos. Desafiemos una ley anticonstitucional, contraria a los Derechos Humanos y a cuanta libertad ha acumulado Occidente en los últimos doscientos años. ¿El castigo es cerrar los medios que desobedezcan? Hagamos como Gandhi y desobedezcamos todos, todos sin excepción, para que saquen del aire a todos los canales de TV y a todas las radiodifusoras, que clausuren todos los diarios. Que nos encarcelen a todos por externar opiniones una vez que vuelvan ilegal apoyar un candidato o rechazar otro fuera de los tiempos oficiales.

Diego Petersen hizo la pregunta crucial el sábado aquí mismo; cuando los ciudadanos no podamos ya expresar en los medios nuestra opinión, “¿Quién va a corromper a los medios pagando tiempos de entrevistas? Los políticos y los candidatos. ¿Qué sanción se propone para ellos? Ninguna.” Y plantea una: retirarles el registro a los partidos culpables. A ver.

Dicho de otra forma, nuestros políticos están legislando contra cierto enemigo... que son ellos mismos. A los ciudadanos nos impiden manifestar nuestras ideas al respecto de candidatos y partidos, pero ellos, los primeros interesados en intervenir, quedan exentos de responsabilidad en caso de infringir las leyes de marras que ahora se encuentran pergeñando en total ignorancia de los más elementales derechos ciudadanos, como es el de expresión de las ideas, sean cuales fueren. Por eso admiran a Castro y a Hugo Chávez.

Los diputados remodelaron un nuevo IFE sin autonomía, sometido a las riendas de los partidos, y nos han amordazado con legislación electoral urdida con rencor y revancha. Los partidos le sirvieron todo el pastel... a los partidos, nueva iglesia sin la cual no hay salvación.

Esto era lo que nos temíamos de un gobierno encabezado por López Obrador, por eso muchos lo calificamos de “un peligro para México”. Pues resulta que se nos coló por la gran puerta del Congreso.

Luis González de Alba - 167

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